domingo, 11 de diciembre de 2011

Capítulo 16.

Mi única necesidad es tenerte cerca.

Sus labios empezaron a besar lentamente la piel de mi cuello mientras que su mano recorría mi costado derecho, acariciándolo. Miles de cargas eléctricas recorrieron desde mi nuca hasta la parte baja de mi espalda. Cada caricia suya hacía que mi corazón aumentara su ritmo hasta velocidades inimaginables. Mientras que sus labios y su lengua vagabundeaban por mi cuello, fui bajando mi mano hacia la parte baja de su espalda, acariciándola. Produciéndole escalofríos. Subió su boca a la mía y comenzamos de nuevo nuestro juego tan conocido. Cogió mi cara entre sus manos y sonrió sin parar de besarme. Beso que empezó a ser más veloz, y por impulso involuntario, o no tan involuntario, me aferré a su cintura con mis piernas. Sintiéndole entero. Empecé a notar su erección y eso me asustó. Soy virgen y quiero seguir siéndolo más tiempo. No puedo, en serio, no puedo. De momento no puedo. Por mucho que quiera…
-          Jason… Jason –le susurré todavía en sus labios.
-          Dime –susurró también.
Bajé la cabeza. Un nudo invadió mi garganta.
-          Que…, que…–tartamudeé. – Que no puedo. –Tragué saliva fuerte. – Soy virgen y… no es que no la quiera perder contigo, pero es que…, no sé. No me veo preparada.
Lo admito. Me costó la vida decírselo. Porque creo que rajarme ahora es como no “satisfacer sus necesidades” o algo así. Y eso me da miedo. Me da miedo que me deje por ello. Aunque bueno, se supone que “me quiere” ¿no?
Y sin darme cuenta, una lágrima recorre mi mejilla.
- Eh, eh –musita Jason con una pequeña sonrisa en sus labios y quitando la lágrima con su dedo pulgar –. No pasa nada cariño, esperaré lo que haga falta. Además, no quiero hacer nada que tú no quieras. –Besó mi mejilla.
- Ya pero… tú también tienes “necesidades”. –Le solté de golpe. Me sonrojé.
Soltó una carcajada.
-          Mi única necesidad es tenerte cerca. –Dijo con la voz ronca. - ¿Vemos una peli?
-          Venga. –Sonreí aliviada y nos levantamos. Solo había un problema. - ¿Y qué vas a hacer… con tu amigo? –Reí.
-          Oye. –Me miró mal. – Tranquila, que de momento no muerde. Ya bajará solo. –Rió también y bajamos al salón.
Cogió la película que había cogido y se sentó en el sofá, a mi lado. La vimos tranquilamente, abrazados. Me encanta esta sensación de seguridad y protección que él me da. Y ese olor que me llena por completo, me hace estremecer cada vez que lo abrazo. Sé que hace poco me había hecho mucho daño, y puedo hasta afirmar que lo odié, pero no sabía toda la verdad. Creía que lo que veía era lo que estaba pasando, pero eso no era así. Había mucho por detrás de todo eso, y aunque hubiera preferido que me lo hubiese dicho todo desde el primer momento, eso no lo puedo cambiar. Lo hecho, hecho está. Pero por suerte supo como cambiar el futuro. Y eso es lo importante, ¿cierto?
-          Mi vida, ¿estás despierta? –Susurró contra mi oído.
-          Sí. –Musité y me acomodé. Estaba encima suyo, tumbada. – Solo estaba pensando.
-          ¿En qué? –Acarició mi pelo.
-          En todo… es que últimamente han pasado tantas cosas. –Reí.
-          Sí. –Suspiró.
-          Jason…
-          Dime pequeña. –Dio un beso en mi cabeza.
-          ¿No ves qué me dijiste que no trabajara? –Le pregunté.
-          Sí… –dijo extrañado. – ¿Por?
-          Pues porque ya que no podía hacerlo, me he apuntado a una academia. –Dije mientras que escondía la cabeza en su pecho. – Así que… –me levanté. – me voy, que tengo deberes. –Carcajeé y subí las escaleras.
Estuve haciendo problemas de matemáticas y ejercicios de lengua más de una hora, hasta que por fin los terminé. No sé lo que estaría haciendo Jason, pero miedo me daba no haber oído ningún ruido desde que subí. Entonces, decidí bajar.
-          ¡Jason! –Le llamé.
-          ¡Dime! –Exclamó.
Seguí la trayectoria de su voz y miré hacia donde se encontraba. Estaba de espaldas con unas cajas delante de él. Me acerqué, y acaricié su hombro.
-          ¿Qué haces? –Sonreí inconscientemente al ver que él también lo hacía.
Se levantó sin parar de esbozar una sonrisa y me agarró por la cintura.
-          ¿Sabes qué día es hoy? –Asentí. – Pues ya que estamos tan cerca de Navidad… –Se dio media vuelta y abrió una de las cajas. – Habrá que montar el árbol, ¿no? –Dijo dejando al descubierto una bolita dorada.
-          ¿Tenemos árbol? –Interrogué anonadada.
-          Mira a tu izquierda. –Elevó una ceja.
Miré y abrí los ojos de tal manera que no sé cómo no se me salieron de su órbita. Era enorme y hermoso. No sabía ni cómo ni cuando lo había traído, pero me parecía casi imposible que de verdad estuviese ahí.
-          ¡Me encanta! –Grité y le abracé.
Lo sé, aún sigo siendo una niña. Me encanta la Navidad y la magia que esta me produce. Para mí es cómo la época del año en la que todo es posible. En la que el amor y la amistad están por encima de todo y ese todo te llena de alegría. Una Navidad triste no debería de existir. Una Navidad sin sonrisa no debería de existir. Porque son cosas contrarias. La Navidad con su nieve y la nieve con sus peleas. Todo debería de ser perfecto en esta época, y lo es. Y la ilusión de los niños de que Santa Claus les traigan sus regalos, es el mejor regalo de todos. Y lo admito, soy una chica con pensamientos y sentimientos de niña. Y me alegro de ello.
Él ríe. Seguramente por mi supuesta ‘exageración’.
-          Te gusta la Navidad, eh. –Me aferra más a él y puedo sentir como sonríe.
-          Más que eso. –Suelto una risita y me deshago del abrazo corriendo hacia la caja de adornos y luces.
Los observo maravillada. Hay muchísimas bombillas de colores, cientos de bolas y de todo tipo de cosas brillantes.
-          ¿Las ponemos? –Pregunté sonriendo.
Asintió y comenzamos. Estuvimos colocándolos casi dos horas, pero valió la pena. Nos quedó un árbol precioso.
Me abrazó por detrás.
-          Es hermoso. –Dije feliz.
-          Sí. –Asintió.- Pero no tanto cómo tú. –Susurró en mi oído y le dí un golpecito en la mano.
-          Anda calla, que ya es tarde y tengo hambre. –Reí y me intenté deshacer de su abrazo para ir a la cocina, pero no me dejaba. - ¿Me sueltas? –Reí.
-          No, no. Si quieres comer algo, lo vas a tener que hacer conmigo abrazándote.
-          No irás en serio, ¿no?
-          ¿Tú qué crees? –Soltó una risa.
-          Que sí… –Reí con él y anduve hasta la cocina con él abrazado a mi espalda.
Cogí un batido de chocolate y andamos hasta el sofá. Y claro, me estuve que sentar encima de él. Y lo admito, me parecen preciosas las cosas que me hace. Me trata de una manera que jamás me la hubiese imaginado en ningún hombre, y menos en él. Esa manía que tiene de abrazarme me encanta. Porque para mí un abrazo me parece mucho más bonito que cualquier cosa. Creo que es la mejor manera de descubrir si alguien en serio te quiere. Es una muestra de cariño hermosa y podría pasarme abrazada a él toda mi vida. Cuando abrazas a alguien, es cuando demuestras que pertenece a tu vida. Cuando te das cuenta de que de verdad merece la pena estar a su lado. Así que me encanta que me abrace.

· Tres horas después…

-          Jason –bostecé. – tengo sueño.
-          Ven, vamos a dormir.
Me cogió en cuello y subimos a la habitación. Me puse un pijama y me tapé hasta las trancas. Hace un frío que pela. Miro a un lado y veo cómo se mete a mi lado en pantalón de pijama, pero sin camiseta. ¡¿Cómo puede dormir así!? Haber…, es cierto que las vistas así son buenas. ¡Pero se va a helar!
Se metió a mi lado y me abrazó fuerte.
-          Buenas noches pequeña.
-          Buenas noches cielo.
Pasaron unos minutos, pero no podía dormir.
-          Cuando menos te lo esperas, cuando menos te lo imaginas. Sucede. –Susurra.
-          ¿Qué?
-          Cariño…
-          Ah, estás soñando. –Sonrío y me duermo tranquila.

· Mañana siguiente. Londres – Inglaterra.

|Narra Clara|

Miré de nuevo a Alex. Se le notaba nervioso y eso me preocupaba bastante. Esperemos que Jason y Nicol estén bien, aunque por lo que estamos presenciando, no lo estarán por mucho tiempo. Este castillo es muy bonito, pero claro, si estás escondido en un conducto de aire para que no te descubran, toda su grandeza se pierde.
-          ¡¿Cómo coño permitisteis que se escaparan, eh!? ¡¿No se supone que en ningún momento iban a estar sin vigilancia!? –Aporreó la mesa.
-          Sí, señor. –Musitó un de ellos. – No sabemos cómo pasó todo. Le juro que no volverá a pasar.
Entonces el que parecía el jefe de todos sacó dos pistolas, una en cada mano, y pronunció unas palabras.
-          Cierto. No volverá a pasar. Porque no lo permitiré. –Sonrió cínico. – Au revoir. –Y disparó a ambos en la frente, matándolos al instante.
Se levantó y exclamó.
-          ¡Buscar a McCann y cuando lo encontréis, decírmelo! ¡Se las verá conmigo!

|Narra Jason|

Una respiración cerca de mi cuello de despertó. Nadie lo sabía, pero ese es mi punto débil. Tengo unas terribles cosquillas ahí. Y la más mínima caricia puede hacerme reír sin parar. Abro lo ojos y sonrío. Elevo mi mano, despacio, y la poso en su mejilla acariciándola suavemente. Sin ninguna prisa. Me acerco unos centímetros más y le doy un besito en los labios. Gruñe y se acurruca en mi pecho. Alzo mis brazos y la envuelvo sonriendo. Nunca creí que alguien me pudiera llegar a hacer sentir tantas cosas.
-          Princesa… –susurro. – Venga, levanta.
Gruñe de nuevo y hace unos sonidos extraños.
-          Déjame un poquito más, anda. –Musita y se coloca mirando al techo, con los ojos cerrados.
Aprovecho su postura y me coloco encima suya dándola múltiples besos en la cara. Ella empieza a reír, haciendo que yo también lo haga. Pero sin parar de besarla.
-          ¡Jason! –Exclama carcajeando. - ¡Para!
-          No. –Afirmé.
Y así comenzamos la mañana. Riendo como dos tontos enamorados.

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