sábado, 31 de diciembre de 2011

Capítulo 18.

Al acabar de comer a Jason se le antoja que vayamos a jugar a los bolos. Así que eso hacemos. Entramos a la bolera y pedimos una pista y zapatos. Nos preparamos y comenzamos a jugar.
- Ya verás. –Me guiña un ojo. – Siempre fui el mejor jugando a los bolos. Y eso no ha cambiado.
Elevo las cejas.
- Ya ya, claro. Ya veremos quién es el mejor. –Dije con aires de superioridad.
Le toca a él primero por asignación. Respira hondo, da unos pasos y tira la bola. Parece un niño pequeño viendo dibujos mientras observaba la pista, rezando por tirar el máximo número de bolos posible. Sonrío con ternura ante el pensamiento.
- ¡Vas a perder! –Exclamo divertida, para molestarle.
- ¡No, claro que no! –Exclama él también, solo que molesto.
Y… tira todos los bolos menos dos. Salta de alegría y me mira, elevando una ceja.
- Con que no juego mejor que tú, ¿eh?
Sacudo la mano derecha, haciendo un gesto de que paso de él, y ambos carcajeamos.

Y así pasan el rato, haciéndose felices el uno al otro. Sin falta de ayudas ajenas o tener usar algo más que a ellos mismos. Y eso es lo que hace que encajen al completo. Como dos piezas de un puzzle.

Al acabar la partida, que por cierto ganó él, Jason me empieza a arrastrar al cine. Y digo arrastrar no porque no quiera ir, si no porque se supone estoy ofendida con él por haber perdido.
- Venga, pon un poco de tu parte. –Carcajea y me empuja un poco más fuerte.
Me tiene abrazada por la espalda y apoya su cabeza en mi hombro. Me dejo arrastrar, pero estoy aparentemente indiferente. Está claro que no me he enfadado por esta tontería, pero sí que lo estoy de broma.
- Nicol. –Dije arrastrando más la última silaba. – Contéstame. –Suspira. – No te habrás enfadado… ¿verdad? –Pregunta indeciso.
- Bueno… –Digo en un tono de voz muy bajo. Carcajeo. – Claro que no. –Sonrío.
Quito sus brazos, haciendo que ya no me acorralen contra él y le abrazo por el costado izquierdo. Él suelta una risa sonora y pasa su brazo izquierdo por encima de uno de mis hombros, aferrándome más aún a él.
Tras unos minutos llegamos a la entrada del cine.
- Bueno, ¿y qué película quieres ver? –Me pregunta.
Observo la cartelera y elevo los hombros.
- Me da igual.
- Venga, haber. ¿De amor o de miedo?
Elevo una ceja, divertida.
- De amor. –Río.
- Pues vamos. –Sonríe.
Compramos las entradas y entramos en la sale 14. La película es “An education”. Nos sentamos, uno al lado del otro y la pantalla se ilumina, comenzando la historia.
Mientras yo estoy entretenida en la película, Jason parece algo más aburrido. Está mirándose las manos y moviéndolas. Parece que es todo un espectáculo para él. Suelto un carcajada bajito, pero lo nota y me mira frunciendo el ceño. Me acerco un poco a él y le susurro al oído.
- Anda, presta atención a la película. –Sonrío y el también.
Cuando han pasado más o menos unos cinco minutos, Jason pasa el brazo por encima de mis hombros, juntándome más a él.
- Me aburro. –Me dice bajito al oído.
Le miro mientras que este hace un puchero con los labios. Niego sonriendo la cabeza y le miro fijamente a los ojos.
- Pues mira a la película. –Digo evidente. Pero en un tono de voz bajo.
- Ya… pero es que no me gusta. –Dice en un tono sensual.
Y no sé por qué, pero entro en su juego.
- ¿Y qué es lo que te gusta? –Pregunto en ese mismo tono.
Menos mal que no hay nadie cerca ni que nos esté viendo…
- No sé… muchas cosas. Pero sobre todo una. –Afirma, pero sin dejar de decirlo de esa manera.
Elevo una ceja.
- ¿Ah, sí? ¿Y cuál es? –Pregunto haciéndome la tonta.
- Pues mira, no sé como decírtelo… –Hace que se lo piensa y me vuelve a mirar, seguro. – Empieza con ‘besan’ y acaba con ‘dote’.
Y no me da tiempo ni a reaccionar, cuando noto sus labios sobre los míos. Los empieza a mover suavemente. Es delicado, y me encanta que lo sea. Poco a poco introduce su lengua en mi boca y la suya y la mía se tocan. Y todo sigue así, de esa manera que tanto me gusta y que nunca querría dejar de hacer.
Al final, nos separamos.
- Así que esto es lo que te gusta hacer, eh. –Levanto un ceja.
Ambos soltemos una carcajada casi insonora y seguimos así, siendo felices con nuestras tonterías y nuestro cariño. Sin necesidad de nada más. Solo de nosotros mismos.

Al llegar a casa me pongo a recoger el armario y a guardar toda la ropa. Cuando termino, miro el reloj. Ya son las diez de la noche y la verdad es que tengo algo de hambre. Así que bajo y me encuentro a Jason tirado en el sofá, viendo la televisión. Me pongo detrás del sofá, estiro la mano derecha y comienzo a acariciar su brazo. 
- Cariño. –Le llamo. Me mira. – Voy a hacer la cena, ¿tú quieres cenar?
- Sí, espera. –Se levanta de un salto y viene hasta donde estoy yo. – Que te ayudo a prepararla.
Sonrío y ambos entramos en la cocina. Tras terminarla y cenar, nos sentamos en el sofá. Son las diez y media. Ya sé que es sábado, pero tengo mucho sueño.
- Jason, voy ya a dormir. Que estoy muerta del sueño. –Me levanto y suelto un gran bostezo.
- Te acompaño. –Se levanta también y sonríe. – Que yo también tengo muchísimo sueño.
Subimos a la habitación. Cojo el pijama y entro en el baño para ponérmelo mientras que él se cambia en la habitación. Cuando termino, vuelvo al cuarto donde me encuentro a Jason ya echado en la cama. Me mira y sonríe.
- Te eché de menos. –Hace un pucherito y sonrío.
Me tumbo en la cama, a su lado y me abrazo a él. Este me rodea con sus brazos mientras que me acurruca en su pecho.
- Que duermas bien, pequeña. –Besa mi cabeza.
Y justo, en esos momentos, cuando te das cuenta que es una de las mejores personas que jamás podrías conocer. Por mucha apariencia o fachada que tenga, es una persona con un corazón enorme, que debe de ser valorado por lo que es, y no menos. Siempre pensé que esto solo pasaba en las películas. Que en la realidad ningún chico se molestaría en ello. Pero él me a demostrado que no. Que sentir tantas sensaciones con una sonrisa, que estremecerme cada vez que me susurra algo al oído, que tengas escalofríos cada vez que su piel toca la mía, es algo que debe de ocurrir. Pero que a la vez, es mágico. Es mágico sentir que cuando estoy con él, ya no existen problemas. Ya no existe la maldad. Ya no hay nada imposible. Todo se puede conseguir, con un poco de polvos mágicos.
- Buenas noches mi vida.
Y me duermo. Entrando en un sin fin de sueños, alegrías y magia. Pero siempre con él. Siempre con Jason.


Como hoy es 31 de Diciembre, quería deciros... ¡FELIZ AÑO NUEVO!
Os amo.

martes, 27 de diciembre de 2011

Capítulo 17.

{Recordad que sigue narrando Jason}

El amor. Algo tan bonito como para crear corazones soñadores y esperanzados de que algún día llegue. Algo tan hermoso como para hacer sentir a una persona miles de sensaciones por segundo con solo una mirada. Algo tan precioso como para estar en casi todos los temas de conversación que ahora mismo estén teniendo dos o más personas en el mundo. Y algo tan perfecto como para hacerte sentir en un mundo aparte. En otra dimensión. Un lugar en el que solo existen dos personas. Solo ellos, y nadie más. Sin celos, remordimientos o mentiras. Solo eso; amor. Un mundo en el que el sustento de vida son  los abrazos y que la mayor maldad es una sonrisa pícara. Ese mundo con el que todo el mundo sueña desde que empieza a tener el sentido de la razón. Donde un grano de arena es un polvo mágico y cuando lo soplas, todo se vuelve de un color distinto. Y en ese mundo es en el que me siento yo, cuando estoy a su lado, cuando la abrazo, cuando la bes…
- ¡Jason! –Aporrean la puerta. Sacudo la cabeza y escucho una risita. – Sal ya anda, que me tengo que duchar yo también.
Sonrío inevitablemente.
- ¡Ya voy! –Exclamo.
Me termino de aclarar, me seco rápidamente, me pongo unos bóxers y abro la puerta.
- Pareces una chica. Tardas mucho en el baño. –Ríe e intenta entrar en el baño.
- Oye, ¿A dónde te crees que vas? –La corto el paso.
Ella eleva una ceja.
- Pues al baño, ¿no me ves?
- Eso ya lo sé. –Aclaro. – Pero, ¿en serio piensas que te voy a dejar pasar? – Sonrío pícaro y me acerco a ella, haciendo que retroceda.
- Pues sí, ¿no? –Ríe nerviosa.
Niego con la cabeza y entonces, choca con la pared.
- Me tengo que duchar. –Dice estirando los brazos, intentando evitar que avanzara más.
Agarro sus muñecas suavemente y elevo una ceja.
- ¿Y? Tienes todo un día para hacerlo. Es sábado. –Sonrío hábilmente.
Apoyo sus muñecas en la pared. Acorralándola. Acerco mi cara mucho a la suya, rozando nuestros labios. Cierra los ojos.
- En serio, Jason, tengo que…
- ¡Sh! –La callo sobre sus labios. – Te quiero. –Susurro.
Rompo totalmente los centímetros que nos separaban y la beso. Quito mis manos de sus muñecas y las poso en su cintura, atrayéndola hacia a mí. Tras unos minutos, nos separamos.
- Yo más. –Sonríe y quita mis manos de su cintura.
Se acerca a mí como si fuera a besarme, pero entonces, corre a la puerta del baño, la cierra con fuerza y pone el pestillo.
Me acerco y golpeo la puerta suavemente.
- ¡Oye! Eso no me vale. –Río.
- ¡Aaaaaah…!
Sonrío.
- No tardes mucho, ¿vale?
Me voy al salón y me tapo con una manta mientras veo la televisión tumbado en el sofá.

{…}

- Jason… Jason. –Una voz me despierta.
Abro poco a poco lo ojos y sonrío. Sonríe.
- Te has quedado dormido. –Suelta una risita y me da un golpecito en la nariz con el dedo.
Me estiro en el sofá y expiro fuertemente. La sonrío y tiro de su muñeca haciendo que se acerque mucho a mí.
- Creo que se te olvida algo.
- ¿En serio? –Se hace la tonta.
- Pues sí.
Me acerco más a ella y la beso. Me separo. Me levanto de un salto. No sé por qué, pero me siento muy enérgico.
- Bueno, ¿y qué quieres que hagamos? –Pregunto.
Piensa y de repente, salta.
- ¡De compras! –Exclama.
Carcajeo.
- Venga, vale.
- Aunque creo que antes, mejor haz cosa. –Se acerca a mí.
Levanto las cejas.
- ¿Sí?
Baja la mano por mi abdomen hasta la tira de mis bóxers. Tira de ella y la suelta.
- Vístete anda. –Ríe fuerte y sube las escaleras corriendo.
Carcajeo y subo a vestirme.

|Narra Nicol|

Nos montamos en el coche y ponemos rumbo al centro comercial.
- ¿Sabes qué? –Pregunta Jason sonriendo.
- Cuéntame. –Río.
- Alex y Clara van a venir a Alaska también. –Sonríe de oreja a oreja, como un niño pequeño.
Sonrío tierna. Me parece muy bonito que le ilusione que su hermano y su novia vengan aquí.
- Pues espero llevarme muy bien con Clara. –Le guiño el ojo y este carcajea.
Llegamos. Maniobra para aparcar y nos bajamos. Coloca su brazo por encima de mis hombros y me junta un poco a él. Caminamos por los pasillos hasta llegar a la parte de chicas. Miro una. Hay unos vestidos preciosos así que decido entrar.
- Ven, Jason, por aquí. –Tiro un poco de él pasando mi brazo por su cintura.
Entramos. Saludo a la dependienta y empiezo a buscar. Tras unos minutos cogiendo cosas, miro a mi lado. Nada más entrar Jason se fue a otra parte de la tienda y no sé donde está.
Alguien me tapa los ojos. Sonrío al saber quién es por la colonia.
- Te he cogido unas cosas. –Quita las manos de ahí.
Me doy la vuelta y ahí le veo. Con el pelo despeinado y no se cuantos vestidos, pantalones, camisetas y bolsos. ¡¿Pero qué…!? Y comienzo a carcajear.
- ¿Qué? –Pregunta inocente.
- Pareces en vez del monstruo de las galletas, el monstruo de la ropa.
Carcajea.
- Bueno, ¿vamos? –Sonríe.
Caminamos hasta el probador. Deja todo lo que traía y lo yo que yo también en una silla y se sienta en la de al lado.
- Yo te paso ropa, tú te la pruebas y sales, ¿vale?
- ¿Qué? No, no. No hace falta que tu veas como me queda. –Le guiño un ojo.
- Sí, sí. Y no creo que quieras que me meta en el probador mientras que te cambias, ¿cierto? Así que toma.
Me tendió un pantalón blanco, largo y una blusa rosa. Me lo probé y salí.
- Me encanta. –Abrió mucho los ojos.
Y así con todo. Jason quería comprarme casi todo, por mucho que yo me negara. Pero claro, Jason es una de las personas más cabezotas que jamás podríais conocer. Así que al final, se salió con la suya.
- Ven. –Tiré de su brazo aunque llevara unas… ¿14 bolsas?
Entramos en una tienda para chicos.
- ¡Vete al probador!
- ¿Qué? –Frunció el ceño.
- Que vayas al probador. Venga, venga. –Le empujo ligeramente y va hacia allí.
Comienzo a cogerle cosas. Pantalones, camisetas, zapatos y dos trajes, por se a caso. Cuando termino, voy a los probadores. Dejo todo en una silla. Él está de espaldas. Le abrazo por detrás.
- Venga, al probador.
Entra dentro riendo y le paso un pantalón y una camiseta. Espero y sale.
- ¿Te gusta?
- Mucho. –Sonrío.
Estuvimos así como una hora. Todo el rato entrando y saliendo. Pero al final conseguimos lo que queríamos.
- ¿Vamos a comer? Tengo hambre. –Dice Jason tocándose el estómago.
- Venga, vamos.
Pasa su mano por mi cintura y tras dejar las bolsas en el coche, caminamos hacia algún sitio donde comer.
- ¿A dónde quieres ir?
- Pff, no sé.
- ¿Mc Donald’s?
- Venga. –Sonrío.
Llegamos y pedimos. Nos sentamos en una mesa apartada.
- Oye y…, una cosa. –Pregunto.
- Dime. –Dice mientras que abre la cajita.
- ¿Tú… tú por qué eras un criminal?
Era algo que siempre le había querido preguntar. Pero no sé, entre lo del ‘secuestro’ y qué no sabía como iba a reaccionar. Pero ya no podía más. Necesitaba saberlo.
Se para de repente. Se queda como congelado. Me mira. Parece nervioso. Pasa sus manos por el pantalón, seguramente quitándose el sudor de las manos.
- Yo… yo no sé. Todo pasó tan rápido y antes de darme cuenta, ya estaba metido en ello hasta el fondo. No tenía nada que hacer. No tenía escapatoria alguna. Si lo dejaba, me mataban. Así que lo acepté, pensando que todo seguiría igual hasta que me muriese. –Tragó saliva y inspiró y expiró fuerte. – Pero… pero entonces, llegaste tú. –Sonríe. Y yo también lo hago. – Y me dí cuenta de que aunque me mataran, merecía la pena correr el riesgo. Y… y aquí estamos.

¿En serio…? No sé como narices lo hace, pero cada día me sorprende más y más. Siempre le vi como alguien sin ningún sentimiento ni nada parecido. Que solo le importa hacer daño a los demás. Pero cada momento que paso con el, me doy cuenta de que eso no es así. Que es diferente. Que tiene un corazón enorme y que aunque no lo parezca, es muy frágil.
Me levanto. Me acerco a él. Y le abrazo. Sin miedo a nada. Deseando parar el tiempo. Arrancar las agujas a un reloj y quedarme así, para siempre. Solos él y yo. Con nuestros sentimientos y emociones. Pero sin ni un solo movimiento. ¿Nunca os habéis sentido así? ¿Qué daríais todo por que el mundo se parara? ¿Y qué todo se quedara como está? El problema está en que es algo que no puede ocurrir. Pero a mí me da igual.
Le aferro más a mí, inhalando todo si aroma. Noto que sonríe y yo lo hago inconscientemente. Y aunque solo sea eso, un abrazo. Yo me siento “a tres metros sobre el cielo.”


Siento que vaya con retraso, pero de todos modos, os deseo ¡Feliz Navidad!

domingo, 11 de diciembre de 2011

Capítulo 16.

Mi única necesidad es tenerte cerca.

Sus labios empezaron a besar lentamente la piel de mi cuello mientras que su mano recorría mi costado derecho, acariciándolo. Miles de cargas eléctricas recorrieron desde mi nuca hasta la parte baja de mi espalda. Cada caricia suya hacía que mi corazón aumentara su ritmo hasta velocidades inimaginables. Mientras que sus labios y su lengua vagabundeaban por mi cuello, fui bajando mi mano hacia la parte baja de su espalda, acariciándola. Produciéndole escalofríos. Subió su boca a la mía y comenzamos de nuevo nuestro juego tan conocido. Cogió mi cara entre sus manos y sonrió sin parar de besarme. Beso que empezó a ser más veloz, y por impulso involuntario, o no tan involuntario, me aferré a su cintura con mis piernas. Sintiéndole entero. Empecé a notar su erección y eso me asustó. Soy virgen y quiero seguir siéndolo más tiempo. No puedo, en serio, no puedo. De momento no puedo. Por mucho que quiera…
-          Jason… Jason –le susurré todavía en sus labios.
-          Dime –susurró también.
Bajé la cabeza. Un nudo invadió mi garganta.
-          Que…, que…–tartamudeé. – Que no puedo. –Tragué saliva fuerte. – Soy virgen y… no es que no la quiera perder contigo, pero es que…, no sé. No me veo preparada.
Lo admito. Me costó la vida decírselo. Porque creo que rajarme ahora es como no “satisfacer sus necesidades” o algo así. Y eso me da miedo. Me da miedo que me deje por ello. Aunque bueno, se supone que “me quiere” ¿no?
Y sin darme cuenta, una lágrima recorre mi mejilla.
- Eh, eh –musita Jason con una pequeña sonrisa en sus labios y quitando la lágrima con su dedo pulgar –. No pasa nada cariño, esperaré lo que haga falta. Además, no quiero hacer nada que tú no quieras. –Besó mi mejilla.
- Ya pero… tú también tienes “necesidades”. –Le solté de golpe. Me sonrojé.
Soltó una carcajada.
-          Mi única necesidad es tenerte cerca. –Dijo con la voz ronca. - ¿Vemos una peli?
-          Venga. –Sonreí aliviada y nos levantamos. Solo había un problema. - ¿Y qué vas a hacer… con tu amigo? –Reí.
-          Oye. –Me miró mal. – Tranquila, que de momento no muerde. Ya bajará solo. –Rió también y bajamos al salón.
Cogió la película que había cogido y se sentó en el sofá, a mi lado. La vimos tranquilamente, abrazados. Me encanta esta sensación de seguridad y protección que él me da. Y ese olor que me llena por completo, me hace estremecer cada vez que lo abrazo. Sé que hace poco me había hecho mucho daño, y puedo hasta afirmar que lo odié, pero no sabía toda la verdad. Creía que lo que veía era lo que estaba pasando, pero eso no era así. Había mucho por detrás de todo eso, y aunque hubiera preferido que me lo hubiese dicho todo desde el primer momento, eso no lo puedo cambiar. Lo hecho, hecho está. Pero por suerte supo como cambiar el futuro. Y eso es lo importante, ¿cierto?
-          Mi vida, ¿estás despierta? –Susurró contra mi oído.
-          Sí. –Musité y me acomodé. Estaba encima suyo, tumbada. – Solo estaba pensando.
-          ¿En qué? –Acarició mi pelo.
-          En todo… es que últimamente han pasado tantas cosas. –Reí.
-          Sí. –Suspiró.
-          Jason…
-          Dime pequeña. –Dio un beso en mi cabeza.
-          ¿No ves qué me dijiste que no trabajara? –Le pregunté.
-          Sí… –dijo extrañado. – ¿Por?
-          Pues porque ya que no podía hacerlo, me he apuntado a una academia. –Dije mientras que escondía la cabeza en su pecho. – Así que… –me levanté. – me voy, que tengo deberes. –Carcajeé y subí las escaleras.
Estuve haciendo problemas de matemáticas y ejercicios de lengua más de una hora, hasta que por fin los terminé. No sé lo que estaría haciendo Jason, pero miedo me daba no haber oído ningún ruido desde que subí. Entonces, decidí bajar.
-          ¡Jason! –Le llamé.
-          ¡Dime! –Exclamó.
Seguí la trayectoria de su voz y miré hacia donde se encontraba. Estaba de espaldas con unas cajas delante de él. Me acerqué, y acaricié su hombro.
-          ¿Qué haces? –Sonreí inconscientemente al ver que él también lo hacía.
Se levantó sin parar de esbozar una sonrisa y me agarró por la cintura.
-          ¿Sabes qué día es hoy? –Asentí. – Pues ya que estamos tan cerca de Navidad… –Se dio media vuelta y abrió una de las cajas. – Habrá que montar el árbol, ¿no? –Dijo dejando al descubierto una bolita dorada.
-          ¿Tenemos árbol? –Interrogué anonadada.
-          Mira a tu izquierda. –Elevó una ceja.
Miré y abrí los ojos de tal manera que no sé cómo no se me salieron de su órbita. Era enorme y hermoso. No sabía ni cómo ni cuando lo había traído, pero me parecía casi imposible que de verdad estuviese ahí.
-          ¡Me encanta! –Grité y le abracé.
Lo sé, aún sigo siendo una niña. Me encanta la Navidad y la magia que esta me produce. Para mí es cómo la época del año en la que todo es posible. En la que el amor y la amistad están por encima de todo y ese todo te llena de alegría. Una Navidad triste no debería de existir. Una Navidad sin sonrisa no debería de existir. Porque son cosas contrarias. La Navidad con su nieve y la nieve con sus peleas. Todo debería de ser perfecto en esta época, y lo es. Y la ilusión de los niños de que Santa Claus les traigan sus regalos, es el mejor regalo de todos. Y lo admito, soy una chica con pensamientos y sentimientos de niña. Y me alegro de ello.
Él ríe. Seguramente por mi supuesta ‘exageración’.
-          Te gusta la Navidad, eh. –Me aferra más a él y puedo sentir como sonríe.
-          Más que eso. –Suelto una risita y me deshago del abrazo corriendo hacia la caja de adornos y luces.
Los observo maravillada. Hay muchísimas bombillas de colores, cientos de bolas y de todo tipo de cosas brillantes.
-          ¿Las ponemos? –Pregunté sonriendo.
Asintió y comenzamos. Estuvimos colocándolos casi dos horas, pero valió la pena. Nos quedó un árbol precioso.
Me abrazó por detrás.
-          Es hermoso. –Dije feliz.
-          Sí. –Asintió.- Pero no tanto cómo tú. –Susurró en mi oído y le dí un golpecito en la mano.
-          Anda calla, que ya es tarde y tengo hambre. –Reí y me intenté deshacer de su abrazo para ir a la cocina, pero no me dejaba. - ¿Me sueltas? –Reí.
-          No, no. Si quieres comer algo, lo vas a tener que hacer conmigo abrazándote.
-          No irás en serio, ¿no?
-          ¿Tú qué crees? –Soltó una risa.
-          Que sí… –Reí con él y anduve hasta la cocina con él abrazado a mi espalda.
Cogí un batido de chocolate y andamos hasta el sofá. Y claro, me estuve que sentar encima de él. Y lo admito, me parecen preciosas las cosas que me hace. Me trata de una manera que jamás me la hubiese imaginado en ningún hombre, y menos en él. Esa manía que tiene de abrazarme me encanta. Porque para mí un abrazo me parece mucho más bonito que cualquier cosa. Creo que es la mejor manera de descubrir si alguien en serio te quiere. Es una muestra de cariño hermosa y podría pasarme abrazada a él toda mi vida. Cuando abrazas a alguien, es cuando demuestras que pertenece a tu vida. Cuando te das cuenta de que de verdad merece la pena estar a su lado. Así que me encanta que me abrace.

· Tres horas después…

-          Jason –bostecé. – tengo sueño.
-          Ven, vamos a dormir.
Me cogió en cuello y subimos a la habitación. Me puse un pijama y me tapé hasta las trancas. Hace un frío que pela. Miro a un lado y veo cómo se mete a mi lado en pantalón de pijama, pero sin camiseta. ¡¿Cómo puede dormir así!? Haber…, es cierto que las vistas así son buenas. ¡Pero se va a helar!
Se metió a mi lado y me abrazó fuerte.
-          Buenas noches pequeña.
-          Buenas noches cielo.
Pasaron unos minutos, pero no podía dormir.
-          Cuando menos te lo esperas, cuando menos te lo imaginas. Sucede. –Susurra.
-          ¿Qué?
-          Cariño…
-          Ah, estás soñando. –Sonrío y me duermo tranquila.

· Mañana siguiente. Londres – Inglaterra.

|Narra Clara|

Miré de nuevo a Alex. Se le notaba nervioso y eso me preocupaba bastante. Esperemos que Jason y Nicol estén bien, aunque por lo que estamos presenciando, no lo estarán por mucho tiempo. Este castillo es muy bonito, pero claro, si estás escondido en un conducto de aire para que no te descubran, toda su grandeza se pierde.
-          ¡¿Cómo coño permitisteis que se escaparan, eh!? ¡¿No se supone que en ningún momento iban a estar sin vigilancia!? –Aporreó la mesa.
-          Sí, señor. –Musitó un de ellos. – No sabemos cómo pasó todo. Le juro que no volverá a pasar.
Entonces el que parecía el jefe de todos sacó dos pistolas, una en cada mano, y pronunció unas palabras.
-          Cierto. No volverá a pasar. Porque no lo permitiré. –Sonrió cínico. – Au revoir. –Y disparó a ambos en la frente, matándolos al instante.
Se levantó y exclamó.
-          ¡Buscar a McCann y cuando lo encontréis, decírmelo! ¡Se las verá conmigo!

|Narra Jason|

Una respiración cerca de mi cuello de despertó. Nadie lo sabía, pero ese es mi punto débil. Tengo unas terribles cosquillas ahí. Y la más mínima caricia puede hacerme reír sin parar. Abro lo ojos y sonrío. Elevo mi mano, despacio, y la poso en su mejilla acariciándola suavemente. Sin ninguna prisa. Me acerco unos centímetros más y le doy un besito en los labios. Gruñe y se acurruca en mi pecho. Alzo mis brazos y la envuelvo sonriendo. Nunca creí que alguien me pudiera llegar a hacer sentir tantas cosas.
-          Princesa… –susurro. – Venga, levanta.
Gruñe de nuevo y hace unos sonidos extraños.
-          Déjame un poquito más, anda. –Musita y se coloca mirando al techo, con los ojos cerrados.
Aprovecho su postura y me coloco encima suya dándola múltiples besos en la cara. Ella empieza a reír, haciendo que yo también lo haga. Pero sin parar de besarla.
-          ¡Jason! –Exclama carcajeando. - ¡Para!
-          No. –Afirmé.
Y así comenzamos la mañana. Riendo como dos tontos enamorados.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Capítulo 15.

¿Qué es lo que me has hecho?

Al entrar, por poco me caigo para atrás. ¿Alucinante? Demasiado poco. Y yo que pensaba que íbamos a vivir en una casita humilde, pequeña y algo derruida, y de repente veo esto.
-          Oh Dios mío –exclamé.
-          Me alegra que te guste amor mío –sonrió.
Me dio un corto y húmedo beso y como siempre, robándome un cachito de mi corazón.
Subimos al segundo piso buscando una habitación en la que dormir. De repente, paró.
-          Ahora llega la pregunta del millón –ríe nervioso. Sonrío divertida.- ¿Quieres dormir sola, o conmigo? –se sonrojó.
Río ante su rubor. La verdad es que nunca pensé que alguien como ‘Jason McCann’ se sonrojara por preguntarme eso. Sobre todo sabiendo lo que hacía…
Sí, me lo contó todo. Le costó mucho decirme que era un ‘putero’ o ‘vividor follador’, pero lo dijo tan arrepentido, que hasta me entristecí por él.
-          Emm…ah… –hice como si me lo pensara. – Mmm…No sé… –intenté ser seria para que no se diese cuenta de que le estaba vacilando. Pero me empecé a reír, y eso me delató por completo.
-          No me hace gracia. –Se hizo el enfadado pero acabó contagiado con mi risa. – No haber, en serio. Respóndeme –sonrió.
-          ¿A la pregunta del millón? –reí de nuevo.
Me fulminó con la mirada.
-          Vale, vale –sonreí. – Contigo.
-          Bien. – Sonrió exageradamente.
Cruzamos todo un pasillo precioso. El color de las paredes era beige. La verdad es que relajaba un montón ese tono. Al llegar dejamos las maletas y empecé a sacar ropa de abrigo. Hacía un frío inimaginable. Pero de todos modos, pensaba salir al jardín para estar con la nieve. Es algo que ya desde pequeña me encanta. Hacer angelitos, muñecos y guerras son mis cosas favoritas. Y sobre todo, me encanta ese olor. La fragancia de la nieve recién caída. Me recuerda al invierno y no sé por qué, pero me invade una sensación hermosa. No la puede describir con certeza. Ya que ni yo sé bien lo que siento. Pero sí sé que, después del amor, es la mejor sensación que he tenido en mi vida.
-          ¿A dónde vas? – Preguntó Jason curioso al levantar la cabeza para mirarme. Estaba tumbado en la cama.
-          A la nieve. – Esbocé una gran sonrisa mientras que, sentada en una silla, me ponía unas botas.
-          Espérame, que te acompaño. – Dijo, y acto seguido salió disparado para su maleta, cogiendo ropa para el frío.
Nos abrigamos bastante y salimos de la casa. Al tener un jardín enorme, no nos hizo de falta ir al parque para rebozarnos en la nieve.
Llevábamos un tiempo haciendo el tonto en la nieve. Él estaba de espaldas. Así que aproveché para coger una bola de nieve enorme que ya antes había preparado y se la tiré. Grita y casi se cae del susto. Y, por supuesto, yo empiezo a reírme como nunca.
-          ¿Qué es lo que me has hecho? – se acerca peligrosamente a mí con una sonrisa malvada.
-          ¿Yo? Nada. – dije intentando parar de reírme. Pero nada. Tarea imposible.
-          ¿Nada? – Elevó una ceja. Asentí. – Pues ese nada ha chocado como un hielo contra mí, ¿lo sabías?
-          ¿En serio? – Me hice la sorprendida.
Me miró mal de broma y, con los brazos estirados, me abrazó tirándonos a los dos por el suelo.
-          ¡Jason! –Exclamé riéndome.
Ambos carcajeábamos sin poder parar.
-          Venga, levanta –sonríe. Se pone en pié y me tiende la mano.
-          ¿Y ahora que hacemos? –Sacudo la nieve que tenía en el abrigo.
-          No sé… ¿Qué quieres hacer?
-          ¡Vamos de compras! –Exclamé sonriente.
-          ¿De compras? –Frunció el ceño.
-          ¡Claro! –Salté. – Pero la pregunta es…¿cómo conseguir el dinero? –Reí.
-          Ah, no. Pero de eso no te preocupes. Que yo tengo trabajo. –Me guiñó un ojo.
-          ¿Cómo que un trabajo? –Pregunté confundida. - ¿Qué clase de trabajo?
-          Haber, ¿no ves que en Londres era un criminal? –Asentí apenada. Su mirada se tornó triste, pero siguió. – Bueno, pues para que no sospecharan, me he hecho detective secreto.
¿Qué es qué?
-          ¿Qué, qué, qué? –Dije atónita.
-          Que soy… –le interrumpí.
-          Sí, lo he oído. Solo que me pareció raro –Carcajeé. –. Pero de todos modos, tendré que trabajar yo también en algo, ¿no? Pues venga, a buscarme trabajo. –Reí.
-          ¿Qué? –Carcajeó. – No, no, no, no y ¡no! –Soltó otra carcajada. - ¿En serio crees que tienes que trabajar? No vas a trabajar, eh.
-          ¿Cómo que no? Sí que lo voy a hacer.
-          No.
-          Sí.
-          No.
-          Sí.
-          No.
-          No.
-          Sí.
-          ¡Já! –Exclamé. – Me has dicho que sí. –Le guiñé un ojo. – Así que voy a comprar el periódico.
Me acerqué a la puerta para cambiarme y quitarme la nieve, pero una mano me impidió avanzar.
-          En serio, Nicol, no quiero que trabajes, por favor –Me acercó un poco a él –. No quiero que lo hagas. Con mi sueldo nos sobra y quiero pasar el mayor tiempo posible junto a ti. Y seguro que si trabajas nuestros horarios no coinciden o algo así…Por favor…
-          Pero es que Jason, yo quiero sentirme útil. Hacer algo y no pasarme todas las mañanas o tiempo que tú estés trabajando, tirada en el sofá viendo la tele. –Argumenté.

· Dos días más tarde…

Me levanto. Miro el reloj. Es pronto, pero Jason ya se habrá ido a investigar a aquel alto ejecutivo. Lo he estado pensando, y no. No voy a trabajar. Voy a estudiar. Me he apuntado a una academia en la que solo hay clase por las mañanas. Y teniendo en cuenta que Jason solo trabaja de siete y media de la mañana a tres de la tarde, no se dará cuenta y yo, me podré sacar una carrera.
Odio tener que ocultárselo. Pero me lo dejó muy claro: No quiere que trabaje.
Pero de todos modos, no estoy trabajando, ¿no? Pues ya está.
Me visto, meto los dos libros que me han mandado comprar y salgo a toda leche hacia la academia.
Llego. Me paso toda la mañana estudiando, hasta que dan las dos. Suena un campana y salgo pitando de allí, para llegar rápido a casa.

[…]

-          ¡Ya estoy en casa! –Grita Jason entrando en casa como un niño pequeño cuando vuelve del colegio.
Río.
-          ¿Qué tal como detective secreto? –Solté una sonora carcajada.
-          Pues muy bien. –Me miró mal de broma.
Se acerca velozmente a mí y me besa con fuerza. Al principio solo es un toque de labios pero poco a poco se va volviendo más salvaje y su lengua se junta con la mía. Acaricio su suave perlo castaño mientras que el posa sus manos en mi cintura. Millones de escalofríos. Despacio, sin prisas, comienza a empujarme hacia las escaleras. Al llegar a ellas me cogió en peso y subimos hasta la habitación. Una vez allí me tumbó en la cama, y comenzó el juego.