jueves, 1 de diciembre de 2011

Capítulo 15.

¿Qué es lo que me has hecho?

Al entrar, por poco me caigo para atrás. ¿Alucinante? Demasiado poco. Y yo que pensaba que íbamos a vivir en una casita humilde, pequeña y algo derruida, y de repente veo esto.
-          Oh Dios mío –exclamé.
-          Me alegra que te guste amor mío –sonrió.
Me dio un corto y húmedo beso y como siempre, robándome un cachito de mi corazón.
Subimos al segundo piso buscando una habitación en la que dormir. De repente, paró.
-          Ahora llega la pregunta del millón –ríe nervioso. Sonrío divertida.- ¿Quieres dormir sola, o conmigo? –se sonrojó.
Río ante su rubor. La verdad es que nunca pensé que alguien como ‘Jason McCann’ se sonrojara por preguntarme eso. Sobre todo sabiendo lo que hacía…
Sí, me lo contó todo. Le costó mucho decirme que era un ‘putero’ o ‘vividor follador’, pero lo dijo tan arrepentido, que hasta me entristecí por él.
-          Emm…ah… –hice como si me lo pensara. – Mmm…No sé… –intenté ser seria para que no se diese cuenta de que le estaba vacilando. Pero me empecé a reír, y eso me delató por completo.
-          No me hace gracia. –Se hizo el enfadado pero acabó contagiado con mi risa. – No haber, en serio. Respóndeme –sonrió.
-          ¿A la pregunta del millón? –reí de nuevo.
Me fulminó con la mirada.
-          Vale, vale –sonreí. – Contigo.
-          Bien. – Sonrió exageradamente.
Cruzamos todo un pasillo precioso. El color de las paredes era beige. La verdad es que relajaba un montón ese tono. Al llegar dejamos las maletas y empecé a sacar ropa de abrigo. Hacía un frío inimaginable. Pero de todos modos, pensaba salir al jardín para estar con la nieve. Es algo que ya desde pequeña me encanta. Hacer angelitos, muñecos y guerras son mis cosas favoritas. Y sobre todo, me encanta ese olor. La fragancia de la nieve recién caída. Me recuerda al invierno y no sé por qué, pero me invade una sensación hermosa. No la puede describir con certeza. Ya que ni yo sé bien lo que siento. Pero sí sé que, después del amor, es la mejor sensación que he tenido en mi vida.
-          ¿A dónde vas? – Preguntó Jason curioso al levantar la cabeza para mirarme. Estaba tumbado en la cama.
-          A la nieve. – Esbocé una gran sonrisa mientras que, sentada en una silla, me ponía unas botas.
-          Espérame, que te acompaño. – Dijo, y acto seguido salió disparado para su maleta, cogiendo ropa para el frío.
Nos abrigamos bastante y salimos de la casa. Al tener un jardín enorme, no nos hizo de falta ir al parque para rebozarnos en la nieve.
Llevábamos un tiempo haciendo el tonto en la nieve. Él estaba de espaldas. Así que aproveché para coger una bola de nieve enorme que ya antes había preparado y se la tiré. Grita y casi se cae del susto. Y, por supuesto, yo empiezo a reírme como nunca.
-          ¿Qué es lo que me has hecho? – se acerca peligrosamente a mí con una sonrisa malvada.
-          ¿Yo? Nada. – dije intentando parar de reírme. Pero nada. Tarea imposible.
-          ¿Nada? – Elevó una ceja. Asentí. – Pues ese nada ha chocado como un hielo contra mí, ¿lo sabías?
-          ¿En serio? – Me hice la sorprendida.
Me miró mal de broma y, con los brazos estirados, me abrazó tirándonos a los dos por el suelo.
-          ¡Jason! –Exclamé riéndome.
Ambos carcajeábamos sin poder parar.
-          Venga, levanta –sonríe. Se pone en pié y me tiende la mano.
-          ¿Y ahora que hacemos? –Sacudo la nieve que tenía en el abrigo.
-          No sé… ¿Qué quieres hacer?
-          ¡Vamos de compras! –Exclamé sonriente.
-          ¿De compras? –Frunció el ceño.
-          ¡Claro! –Salté. – Pero la pregunta es…¿cómo conseguir el dinero? –Reí.
-          Ah, no. Pero de eso no te preocupes. Que yo tengo trabajo. –Me guiñó un ojo.
-          ¿Cómo que un trabajo? –Pregunté confundida. - ¿Qué clase de trabajo?
-          Haber, ¿no ves que en Londres era un criminal? –Asentí apenada. Su mirada se tornó triste, pero siguió. – Bueno, pues para que no sospecharan, me he hecho detective secreto.
¿Qué es qué?
-          ¿Qué, qué, qué? –Dije atónita.
-          Que soy… –le interrumpí.
-          Sí, lo he oído. Solo que me pareció raro –Carcajeé. –. Pero de todos modos, tendré que trabajar yo también en algo, ¿no? Pues venga, a buscarme trabajo. –Reí.
-          ¿Qué? –Carcajeó. – No, no, no, no y ¡no! –Soltó otra carcajada. - ¿En serio crees que tienes que trabajar? No vas a trabajar, eh.
-          ¿Cómo que no? Sí que lo voy a hacer.
-          No.
-          Sí.
-          No.
-          Sí.
-          No.
-          No.
-          Sí.
-          ¡Já! –Exclamé. – Me has dicho que sí. –Le guiñé un ojo. – Así que voy a comprar el periódico.
Me acerqué a la puerta para cambiarme y quitarme la nieve, pero una mano me impidió avanzar.
-          En serio, Nicol, no quiero que trabajes, por favor –Me acercó un poco a él –. No quiero que lo hagas. Con mi sueldo nos sobra y quiero pasar el mayor tiempo posible junto a ti. Y seguro que si trabajas nuestros horarios no coinciden o algo así…Por favor…
-          Pero es que Jason, yo quiero sentirme útil. Hacer algo y no pasarme todas las mañanas o tiempo que tú estés trabajando, tirada en el sofá viendo la tele. –Argumenté.

· Dos días más tarde…

Me levanto. Miro el reloj. Es pronto, pero Jason ya se habrá ido a investigar a aquel alto ejecutivo. Lo he estado pensando, y no. No voy a trabajar. Voy a estudiar. Me he apuntado a una academia en la que solo hay clase por las mañanas. Y teniendo en cuenta que Jason solo trabaja de siete y media de la mañana a tres de la tarde, no se dará cuenta y yo, me podré sacar una carrera.
Odio tener que ocultárselo. Pero me lo dejó muy claro: No quiere que trabaje.
Pero de todos modos, no estoy trabajando, ¿no? Pues ya está.
Me visto, meto los dos libros que me han mandado comprar y salgo a toda leche hacia la academia.
Llego. Me paso toda la mañana estudiando, hasta que dan las dos. Suena un campana y salgo pitando de allí, para llegar rápido a casa.

[…]

-          ¡Ya estoy en casa! –Grita Jason entrando en casa como un niño pequeño cuando vuelve del colegio.
Río.
-          ¿Qué tal como detective secreto? –Solté una sonora carcajada.
-          Pues muy bien. –Me miró mal de broma.
Se acerca velozmente a mí y me besa con fuerza. Al principio solo es un toque de labios pero poco a poco se va volviendo más salvaje y su lengua se junta con la mía. Acaricio su suave perlo castaño mientras que el posa sus manos en mi cintura. Millones de escalofríos. Despacio, sin prisas, comienza a empujarme hacia las escaleras. Al llegar a ellas me cogió en peso y subimos hasta la habitación. Una vez allí me tumbó en la cama, y comenzó el juego.


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