jueves, 24 de noviembre de 2011

Capítulo 14.

¿Sabéis lo que es pensar que no queda esperanza alguna?

-         A Juneau. La capital de Alaska. –intenté sonreír, pero solo me salió una mueca extraña al pensar que nunca me perdonaría.
-         ¡¿Qué que!? –se exaltó.
Tampoco podía obligarla a ir conmigo, así que necesitaba saber esto. Suspiré ahogando mi llanto.
-         Tú…¿tú me quieres? –dije cerrando los ojos fuertemente.
Aguantaré me diga lo que me diga, por mucho que me duela. La quiero demasiado para dejar que tenga una mala vida por mis jilipolleces, o que se separe de su familia y amigos por mí. Y menos si no me quiere…

|Narra Nicol|

¿Qué si le quiero? No, le amo. Pero…, ¿y si no es bueno para mí? Si hago esto, no habrá vuelta a tras…
¡No lo sé, joder! ¡No sé lo que quiero! Yo me iría con él pero, ¿y si me deja? ¿y si vuelve a hacer lo de antes? No creo que pueda confiar en él, pero tengo un impulso de ir.
-         No lo sé, Jason –suspiré intentando no llorar. Aunque eso iba a ser tarea difícil.
-         Joder –suspiró y vi una lágrima caer de su ojo-, lo siento, en serio. Te juro que esto no volverá a pasar –suspiró mirando el techo de coche-. Te lo contaré todo cuando lleguemos. Por favor –se giró, cogió mis manos y me miró a los ojos. Ambos los teníamos empañados.-, te juro que no es lo que piensas. Si no quieres venir, lo entenderé, pero que sepas que yo –mordió su labio inferior-, ¡yo te amo!
“El ser humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra”, no creo que esta vez me vaya a defraudar. Lo veo en sus ojos, y por mucho que me dijeran que no, que aspen si miento cuando digo que esto, es amor.
-         Vamos –sonreí levemente, haciendo que él también lo hiciera, pero de una manera exagerada-, pero eso no significa que te haya perdonado del todo.
Asintió, aunque se notaba que seguía feliz, ¿tanto le importaría?
Salimos del coche y entramos en el aeropuerto. Entonces me acordé de algo.
-         Oye, Jason –me miró-, si eres un criminal, ¿cómo es que no te dicen nada?
-         Tranquila –acarició suavemente mi mano-, mi hermano, Alex, y su novia, Clara, se ocuparon de todo.
Y mil millones de escalofríos recorren mi cuerpo. Una caricia tuya me hace sentir tanto, que ni os lo podríais imaginar. Ya no me concentro en sus palabras, me concentro en sus labios. Carnosos, rosados y húmedos, haciéndome revolucionar totalmente por dentro.
Asiento haciéndole creer que le he hecho caso y miro al frente despegando mi cabeza.
Nos sentamos en unos asientos esperando el avión. ¿Por qué nos vamos tan lejos? Mejor dicho, ¿por qué nos vamos? ¿Es por lo del secuestro? Bueno, mejor dejo de pensar en esto. Ya que se supone cuando lleguemos me lo va a decir todo.
Miro su pierna. Se mueve de arriba para abajo. Arriba, abajo, Arriba, abajo. No para de moverla. Esta nervioso…
Un silbido interrumpe mis pensamientos. Un señor mayor, de unos cincuenta años nos dice que vayamos hacia allá. Al llegar, coge nuestras maletas y subimos por unas escaleras hasta un pasillo. Veo un avión. Entramos en él y solo había dos asientos. ¿Lo había preparado todo, o qué? Nos sentamos, uno al lado del otro y suspiré pensando en lo que se me venía ahora. Aunque necesitara saberlo, a la vez no quiero. Es raro, ¿sabéis? Por una parte sí y por otra no. Pero lo que de verdad querría sería que no hubiese pasado todo esto. Volver al pasado y como si fuera tiza, borrar esos momentos con un trapo. Soplarlo como el polvo de un libro. Romperlo en mil cachitos como un cristal que se rompe. Destrozarlo, destruirlo al completo. Pero no es posible, así que, habrá que hablar.
-         Jason –susurré en un suspiro. Me miró. - ¿Por qué? –Aguanté las lágrimas que amenazaban por salir de mis ojos.

|Narra Jason|

Y por mucho que me costara, se lo tenía que contar. No podía dejarla así. ¡Pero lo peor es que todo es por mi puta culpa, joder! ¡Si no hubiese sido tan podidamente inconsciente ni gilipollas, nada de esto estaría pasando! Pero claro, como soy taaaan inteligente. Nótese la ironía.
Y claro que no pude evitar llorar. Nunca fui tan sensible, pero me salían solas. El vacío que había en mi pecho, consumiéndome, pensando que no me perdonará, es demasiado para mí. Para mí, y lo sería para cualquiera. Pero lo intentaría de todas las formas, con todos los colores, en todos los momentos. Como, cuando y donde hiciera falta. Porque lo importante no era eso, si no que ella me perdonara y que pudiéramos volver a ser felices. Juntos.
Acabo. Me mira de una forma que no sé descifrar. No puedo leer sus ojos como siempre, necesito que ella hable y que lo diga. Por favor, que lo haga.

|Narra Nicol|

Lo admito, me conmovió. ¿En serio que ha hecho tantísimo por mí? ¿A sufrido y ha soportado mi odio sin rechistar por salvarme, por estar conmigo? Es increíble. Nadie jamás ha hecho tales cosas por mí. Y encima la manera en la que decía. Pronunciando cada palabra con tristeza y arrepentimiento. Derramando de vez en cuanto alguna lágrima que delataba que no era tan duro como aparentaba. Que podía ser la persona más sensible de este mundo. Y eso me encanta.
-         Entonces –traga saliva fuertemente mientras que una lágrima cae desde su ojos izquierdo hasta perderse en la comisura de sus labios. -, ¿me perdonas?
Y me mira de una manera tan tierna, romántica, hermosa, arrepentida. Con sus alucinantes ojos color miel que brillan como dos perlas en el mar. Que decirle que no sería la mayor lucha contra el mundo.
      - Pero, ¿en serio? –dije emocionada sin poder creérmelo todavía.
Me miró desconcertado.
-         ¿En serio, qué?
-         ¿En serio has hecho tanto por mí? –una lágrima cayó por mi ojo.
Entonces se da cuenta de a lo que me refiero y sonríe tímido.
-         No es tanto.
-         Sí, si que lo es –sonrío esta vez yo.
Acaricio suavemente su mejilla y me acurruco en su pecho cerrando los ojos. Tengo sueño.

 |Narra Jason|

Tenía mucho miedo de que no me perdonara, pero sí que lo hizo. Y eso me causó una de las mayores felicidades de este mundo. ¿Sabéis lo que es pensar que no queda esperanza alguna? ¿Sabéis lo que es creer que la persona a la que llevas esperando toda tu vida ya no quiere volver a saber nada más de ti? ¿Sabéis lo que es pensar que por tu puta culpa todo lo que más quieres se vaya a la mierda? Porque todo eso es lo que mi mente creía hasta hace unos minutos. Pensaba que ya no había vuelta atrás, que ya no le importaba. Pero no. Sí que la importo. Y por eso me quiero asegurar de que esto no volverá a pasar. Por lo que nos vamos lejos. Muy lejos para que no nos puedan encontrar. Solo ella y yo y a poder ser, para siempre.
Se acaba de dormir en mi pecho. Extrañaba tanto esto… Ya sé que solo fueron unos días, pero se me hicieron eternos.
Al final, conseguí conciliar el sueño. Y encima, ya estaba mejor. Me había perdonado y se había fugado conmigo, no podía haber pasado nada mejor…

· Ocho horas después. Aeropuerto principal de Juneau, Alaska.

Una señora, que aparenta ser la azafata, me despierta. Ya hemos llegado. Me estiro acompañando eso de un gran bostezo cuando me doy cuenta de que Nicol está en mi regazo. Es tan mona…
Pero de todos modos, la tengo que despertar. La acaricio suavemente el pelo mientras que aspiro todo su aroma cerrando los ojos. ¿Cómo es posible que sienta tanto simplemente oliéndola? Es raro. Pero me encanta.
-         Nicol –susurro-, Nicol, cariño. Ya llegamos –sonrío y ella va abriendo los ojos poco a poco.
-         ¿Ya? –se restregó las muñecas por los ojos y los abrió con suma dificultad.
-         Sí. –Asentí y la ayudé a levantarse.
Salimos del avión que más bien se tendría que llamar ‘jet privado’ –sigo sin saber como Alex se pudo permitir alquilarlo. Pero me alucina igual. -.
-         ¿Y ahora qué? –pregunta risueña.
-         Ahora nos vamos a nuestra casa.
-         ¿A nuestra casa? –abre los ojos exageradamente. Tanto que no sé como no se le salieron de la órbita.
-         Claro –soltó una pequeña carcajada-, no pensarías que íbamos a vivir bajo un árbol en pleno invierno de Alaska, ¿no?
Ambos soltamos una carcajada y, después de haber cogido nuestras maletas, salimos a coger un taxi fuera.

|Narra Nicol|

En el taxi me puse a pensar en todo. ¿Y mis padres? ¿Qué pasará con ellos? Sé que casi nunca están en casa, pero de vez en cuando van y al no verme, ¿qué pasará? ¿Me buscarán? ¿Les dará igual? ¿Se enfadarán? Demasiadas preguntas, pero ninguna con respuesta.
Observo minuciosamente por la ventanilla. La verdad es que esto es precioso. ¿Sabéis lo que es Alaska en pleno Noviembre? Lo más bonito que podríais ver en vuestra vida. Todo blanco. Un blanco claro y que parece muy fino. Tengo claro que lo primero que voy a hacer después de instalarnos, será ir a la nieve y ver la ciudad. Me alegra mucho que haya elegido venir aquí.
Una mano acaricia la mía. Giro la cabeza y me encuentro con su mirada.
-         Tragó saliva fuertemente. Parecía que me quería decir algo. - ¿Te arrepientes de haber venido conmigo? –Suelta de repente.
Me miro desconcertada. Parece preocupado por ella, ¿lo estará en serio? Espero que no lo esté por lo que me a preguntado. Porque es evidente.
-         Claro que no –le sonreí y él me miró feliz.
Acarició de nuevo mi mano y la besó.
-         Espero que te guste nuestra nueva casa. A mí me encantó.
Y ahora que lo dice, admito que me suena raro. Yo pensaba que eso me lo dirían cuando tuviera veinticinco, veinticuatro o treinta años. No diecisiete. Puede que sea muy pronto para esto. Pero ya sabéis: “Nunca intentes desobedecer a tu corazón. Porque te aseguro que en un batalla contra él, perderás.”
Y tiene razón.
- Entonces seguro que la amaré –sonreí.
Se contagió de mi sonrisa. El taxista habló.
-         Ya hemos llegado, señor –sonrió amablemente.
Pagó y bajamos del coche. Dirigí la vista al frente y mis ojos se abrieron rápidamente al ver la pedazo casa que había delante. ¿No sería la nuestra, no? ¡No, no, no! Es imposible. Es demasiado precioso para ser verdad.
-         ¿Te gusta?
-         ¿El qué? –pregunté. No me podía estar preguntando por la casa a nuestro frente. Aunque no había ninguna más casi en toda la manzana.
-         La casa –la señaló.
-         ¿No será la nuestra, no? –musité cada vez más alucinada.
-         Claro que lo es –rió ante mi actitud.
-          ¿Qué que? –exclamé bastante alto.
-         Pues que… –le interrumpí.
-         No, no. Si te entendí. Lo que pasa es que no me lo puedo creer.
-         ¿Eso significa que te gusta? –rió bajito.
-         ¿Bromeas?
Entramos en el enorme jardín. Me fijaba en cada detalle. Aunque todo estaba cubierto de una blanca capa de nieve que parecía polvo mágico. Es hermoso.
Y al entrar por la puerta, pensé. “Y ahora comienza una nueva vida.”

lunes, 21 de noviembre de 2011

Capítulo 13.

¿Qué haces tú aquí?

Y en ese momento; morí. Morí al haberle admitido a alguien lo que había hecho. Puede que ya le hubiera contado a Alex que había pegado, acuchillado y asesinado a gilipollas de la calle. Pero esto me duele más que nada me ha dolido jamás. Todo mi mundo se me viene encima. Miles y millones de kilos de piedras sobre mí aplastándome, haciéndome sentir insignificante, estúpido y, sobre todo, la peor persona de este puto mundo. Ya sé que lo hice para salvarla. Para que no la mataran, pero de todos modos, si no me hubiera metido en los líos que me metí, nada de esto estaría pasando. Si hubiera sido un adolescente normal, que como mucho ha tenido tres peleas insignificantes de instituto, esto no estaría pasando. Y sé que esto es mi culpa. Todo lo que está pasando es por mi puta culpa. Y eso nunca en esta vida me lo perdonaré.
- ¿Qué qué? –preguntó Alex atónito.
Normal. Llevaba bastante tiempo diciéndole lo mucho que la amaba. Lo que la quería. Lo que sentía con ella que con nadie más lo había sentido jamás. ¿Y ahora le vengo con esto?
- Pues eso tío… –dije llorando. Todo esto me estaba superando.
- Pero, ¿por qué? ¿qué pasó? ¿pero…? ¿pe-ro…? –preguntó todavía sin creérselo- ¡No lo entiendo! –exclamó- Pero si tú la amabas… –le interrumpí.
- No. –Negué seguro. – La amo. Y más que a nadie en este puto mundo. –Estaba totalmente seguro de estas palabras, y nadie me haría cambiar de opinión.
- Pero… ¿entonces? ¿Por qué la secuestras? –Preguntó. – En serio Jason, siempre te he entendido. Pero ahora sí que no.
Le conté todo lo sucedido. Con pelos y señales. Absolutamente todo. Mí día tras día con ella, y aquella llamada. Aquella llamada que me jodió la vida totalmente. Y ahora esto. El secuestro me estaba matando.
- Oh Dios… –dijo en un tono preocupado. – Tranquilo. Clara y yo te vamos a ayudar. –Afirmó seguro.
- ¡¿Qué!? –Exclamé. - ¡No podéis venir! ¡Si lo hacéis, la matarán!
- Tranquilo Jason –musitó-, no vamos a ir al castillo y pelearnos con Dylan y Mark. –Suspiré aliviado. – Pero algo tendremos que hacer, ¿no?
- No. Nada. Yo puedo hacerlo, y lo pienso hacer. Tengo un plan perfecto. Nada puede salir mal. –Afirmé. – Bueno Alex, hablamos cuando todo esto acabe. Adiós Bro. –Colgué.

|Narra Nicol|

No me quiere. No me quiere. No me quiere. No me quiere. Todo era mentira. Todo era mentira. Todo era mentira. Todo era mentira…
El eco de aquellos pensamientos me estaba matando. El pensar que ya no era nada para él, que nunca fui nada, me está matando.
¿Y sí solo fue un engaño para secuestrarme? Seguro. Era lo único que quería. Estaba en una mafia, y le dijeron que lo hiciera. Me enamoró, y todo lo de más se hizo por sí solo. Le resultó tan fácil conseguir mi confianza, que debió de ser el plan más sencillo jamás hecho. El problema es que yo no lo veía así. No lo veía como un juego, y menos como un secuestro. Yo veía amor, y solo era un engaño. Una mentira despiadada que me destruye por dentro.
¿Enamorarse de una persona y que ella solo te haga daño porque no le importes nada de nada? Es la peor sensación de este mundo con diferencia. Sentirse sola y rechazada por una persona a la que amas y que se supone te amaba, es un asesinato en toda regla. Se puede decir que vale más morir, que seguir viviendo con este dolor.
“Nunca pensé en cómo iba a morir, pero morir en lugar de una persona a la que amas, me parece una buena forma de hacerlo.” ¿Le amo realmente? Sí. Lo que no entiendo es: ¿Cómo? ¿Cómo me pude enamorar de una persona a la que conocía de unos días? ¿Cómo?
“¿Qué cómo? –Me responde mi corazón.- Muy sencillo –prosiguió-, porque le miraste a los ojos y sentiste aquellas mariposas en el estómago. Porque con solo una mirada se ganó toda tu confianza aunque fuera un criminal. Porque que te besara fue la mejor sensación de este mundo. Porque su amor es tu sustento de vida. Porque le amas, y el amor no lo mide el tiempo, sino el alma. Es un destino, y el destino no se cambia, no se mide, no se acaba. Empieza cuando tiene que empezar, y un ‘para siempre’ se le queda corto. Así que, ¿cómo te pudiste enamorar de una persona a la que conocías de unos días? Viendo que era la persona a la que llevabas esperando toda tu vida.”

|Narrador|

Los días pasaban, y Jason perfeccionaba su plan. Hasta el más mínimo detalle lo había pensado al completo. Nada podía fallar. Y así, todo esto acabaría. Pero lo difícil no era el plan. Si no cómo conseguir que su amada le volviera a querer como antes después de todo lo sucedido. ¿Cómo iba a volverse a ganar su confianza? No lo sabía, pero lo haría. Aunque tuviera que atravesar campos, montañas, el cielo y el espacio; lo conseguiría.
Por otro lado, Nicol seguía encerrada en aquella pequeña celda. Cada día que pasaba su corazón se encogía más y más al darse cuenta de que esto no era una pesadilla. Que era la realidad y todo esto estaba pasando realmente.

|Narra Jason|

Llevo sin poder verla exactamente 8 días; y ya no puedo más. Hoy lo voy a conseguir. La voy a sacar de aquí y me la llevaré lejos. Lo más lejos posible para que nunca nos encuentren. Solo ella y yo en nuestro propio paraíso que nadie nos va a poder arrebatar.
Meto la pistola entre el pantalón y mi cintura, ya con el seguro puesto. Coloco bien el pasa-montañas negro, la sudadera de lana también negra y sacudo mis pantalones del mismo color. Tengo miedo de su reacción, pero ya no puedo más. Lo voy a hacer.
Salgo con mucho sigilo del cuarto, ya no tengo nada mío ahí. Ya que ya dejé todas mis cosas y las de Nicol en el coche que aparqué en la puerta trasera. Camino por los pasillos de ese enorme castillo y bajo al sótano donde se encuentran las celdas. Sé que mi corazón se va romper cuando la vea encerrada de nuevo, pero eso ahora da igual. Por suerte Mark –que era el que estaba haciendo la guardia en frente de la celda, estaba dormido. Sabía que se dormiría. ¿Quién resiste toda la noche despierto cuando ‘sin querer’ alguien le echó Somníferos en la leche? Nadie-. Cogí la llave de la mazmorra y la abrí con cuidado. Aunque no creo que ese se despierte en un día entero, no voy a tentar a la suerte. La abro y por fin de digno a mirarla. Tan bonita como siempre. Está dormida, y por mucho que me apene despertarla, lo tengo que hacer. Solo espero que no se ponga a gritar.
- Nicol… –susurro.- Nicol, cariño, despierta –la zarandeo un poco por los hombros hasta que, con dificultad, abre sus ojos lentamente.
- ¿Qué haces tú aquí? –Susurra fría mientras que está a punto de llorar.
Y eso me destruye. Completamente me hace sentir la persona más miserable de este mundo. Pero ahora no estoy para lamentaciones. Tengo que ser fuerte, y afrontar la verdad
- Ven. –La levanto y la cojo en cuello. – Nos vamos.
- ¿Cómo que nos vamos? –dice atónita con un tono de voz demasiado fuerte.
- Sssh. –Susurró. – No nos pueden oír. Por favor, no hables.
Ella asintió y no dijo palabra. Salimos de allí y llegamos al coche. La deje en el asiento de atrás, tumbada. Me puse en el asiento del piloto y arranqué lo más rápido posible. Aunque no creo que ni Dylan ni Mark nos oyeran. Ya que las pastillas que les di era fuertes. Conduje sin dirigirla palabra alguna. Sé que si lo hago lo único que conseguiría sería o tener un accidente de coche, o conseguir que nos pillaran por parar a hablar con ella. Y no, lo mejor sería hablar cuando hayamos llegado a nuestra nueva casa.
Al rato llegamos al aeropuerto de Londres. Pensaréis que me van a detener, pero no. Alex ya se ocupó de eso. Tiene los suficientes contactos. Al llegar, Nicol me miró extrañada.
- ¿Por qué narices estamos en el aeropuerto?
- Porque nos vamos lejos, muy lejos. –Respondí seguro. A ella se le abrieron los ojos como platos.
- Pe-ero yo p-en-sab-a qu-é –tartamudeó.
- Nada, no pienses en ello. – Afirmé.- Hablaremos de todo cuando lleguemos.
- ¿Cuándo lleguemos a donde?

jueves, 17 de noviembre de 2011

Capítulo 12.

Capítulo 12.~ Matar dos pájaros de un tiro.
Debieron de pasar unas cuantas horas, pero cómo no tenía reloj, no sabía la hora exacta. Pero eso sí, lo que debían de ser segundos se me pasaban como horas allí encerrada en la celda. Y eso aumentaba mi agonía una y otra vez, haciendo que me pareciera todo más pequeño y borroso. Teniendo claustrofobia.
Tenía los ojos empañados, pero ya no iba a llorar más. De todos modos, ¿de qué me serviría? ¿Vendrían a ayudarme esos tres cabrones –sí, incluyo a Jason. Para mí, por mucho que me cueste reconocerlo, solo es la razón de mi odio y mi tristeza- y me socorrerían cómo si de una niña pequeña se tratase? No. Rotundamente que no.
“No sabes lo que tenías, hasta que lo pierdes” corrección: yo sí sabía lo que tenía, pero nunca llegué a pensar que fuera a perderlo.
Pero de todos modos, no me creo todavía que esto esté pasando. Es que comprenderlo, le dí toda mi confianza a una persona y la ha desechado como si nada. Ya no sé si estoy decepcionada o simplemente me da coraje y tristeza que la persona a la que amaba y consideraba que podía contar con el en todo momento, me haya hecho esto así, como si nada.
| Narra Jason, unas horas antes… |
No pude dormir en toda la noche. Me consideraba un completo inútil, gilipollas, cabrón, subnormal y sobre todo, me sentía mal. Fatal sería más correcto. Estaba cómo se dice “Entre la espada y la pared” no tenía escapatoria alguna. Si dejaba todo el plan, la podían matar o hacer daño. Y eso sí que no lo pensaba permitir. Y siguiendo así solo estoy consiguiendo consumirme por dentro. Día tras día, cada vez más. Pero por lo menos, ella estaba bien. Bueno, relativamente. Ya que se supone que está mal emocionalmente pero… ‘¿la importo de verdad?’ Esa pregunta era la que me atormenta noche tras noche. ‘¿Estaría triste? ¿Decepcionada? ¿Disgustada?’ No lo sé, y daría lo que hiciese falta por saberlo.
Y otra cosa más…¿por qué ella? ¿Por qué este maldito plan? Necesitaba saberlo y, por suerte, eso sería más fácil de resolver. Salí a toda prisa de la incómoda cama de ese destartalado castillo y corrí hacia la mini-maleta que había traído. Me vestí, básicamente, con lo primero que pillé y salí de allí pitando como si de una bala me tratase.
Decidí preguntarles a Mark y a Dylan como conseguir esa información.
- Anda, ¡mira Mark!, ¡pero si es nuestro McCann preferido! –exclamó.
Les fulminé con la mirada. Claramente que me caían como el culo los dos, y lo que menos quería era entablar una conversación con ellos, a no ser que fuera algo realmente importante, como esto.
- ¿Vosotros sabéis el por qué de este plan? –Les pregunté serio mientras que me sentaba en una de las sillas de esa cocina.
- ¿El por qué? –Cuestionó Mark extrañado mientras que arrugaba el ceño.
Por la expresión de ambos, no sabían a lo que me refería.
- Sí –afirmé- ¿Por qué ella y por qué secuestrarla? –dije intentado ocultar la tristeza que esas palabras me causaron.
- Ah, eso –Comenzó a decir Dylan- Pues mira, tu querida Nicol tiene un padre que no es muy amado por nuestra mafia, por así decirlo –comentó mientras que yo empezaba a estar más y más interesado en el tema-, se llama Tom, y es agente de la CIA; por eso nos interesa tanto. Y aparte, tú, McCann –me señaló riendo mientras que le daba una calada a su cigarrillo–, le caes como el puto culo al jefe. Así que, según él, era: “Matar dos pájaros de un tiro” –volvió a reir expulsando todo el humo.
“Pues le a salido el tiro por la culata” –pensé para mí mismo.
- Hmmm… –asimilé lo que me acababa de decir.
Después de unos segundos, me levanté de allí y sin más dilaciones salí de la cocina y entre en aquel cuarto que me habían dejado para trazar un plan.
[…]
Pi…pi…pi…pi…
- ¿Diga?
- ¿Alex? –pregunté nervioso. De hecho, lo estaba.
- Sí, ¿Jason?
- Sí… –suspiré.
- ¡Oh, dime! ¿Pasa algo?
- Bueno…primero, ¿qué tal tú?
Tenía que sacarle el tema, pero no podía. Esas palabras no salían por mi boca, pero sé de sobra que si empiezo una conversación de lo más normal, acabaré diciendo lo que quiero.
- Eh, bien –pausa- ¿y tú?
- ¿Con quién estás? –cambié radicalmente de tema, aprovechando que oí una voz que no era la de Alex a través del teléfono.
- Con Clara, ¿con quién si no? –rió divertido. Supongo que estaría sonriendo.
¿No os hablé de Clara, cierto? Pues mirar, Clara es la novia de mi hermano –Alex- desde hace más de dos años. Ella sabe de sobra que es un criminal, y aunque yo no hable mucho que él ni con ella, ya que viven a las afueras, de vez en cuando les voy a ver, o vienen ellos aquí. Pero eso no es muy frecuente puesto que Alex está mucho más buscado que yo en Londres, y eso ya es decir…
- Ya, también –reí falso, ya que no tenía gana alguna de hacerlo.
- Bueno, ahora sí, dime. ¿Qué pasa? –aparentó un tono preocupado. Por lo menos para mí.
Suspiré. Era ahora o nunca, y necesitaba realmente su ayuda.
- Ya, mira. Te había hablado de una tal Nicol… –me interrumpió.
- ¿Tu novia?
- Sí, esa –sonreí al recordar aquel día.
• Flashback.
- Nicol... –susurré y sonreí- ¿Quieres ser mi novia?
Estaba muy nervioso. No sabía lo que me respondería ya que yo era solamente un criminal al que ella había conocido escasos días atrás. Pero de todos modos, necesitaba decírselo. “Quién no arriesga, no gana” ¿no? Pues ya está.
- Eh…eh… –no sabía que decir.
Estaba comenzando a sudar. Lo noté puesto que aparte que tenía demasiado calor, gotas caían por mi cara. Necesitaba que contestara ya, ¡ya, ya! Pero tampoco la iba a obligar. Y aunque significara no dormir en toda la noche, si hace falta, la diría que se lo pensara y me lo dijera mañana.
- Sí, sí quiero –dijo sonriendo con una sonrisa de oreja a oreja que me devolvió la vida.
Iba a decir algo, pero las palabras sobraban. Sin poder evitarlo la abracé entre mis brazos fundiéndome en el mejor abrazo de toda mi puta vida.
• Fin del Flashback.
Pero aquella sonrisa que había inundado mi cara desaparició al pensar en la situación en la que estaba. Pero ahora estaba hablando con Alex, y no era momento de llorar. Teníamos que hablar.
- Bueno, ¿y qué pasa con ella?
Tragué saliva.
- La he secuestrado.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Capítulo 11.

Capítulo 11.~ ¿No es precioso?

Se separó un poco mientras que notaba que los ojos se me empañaban. Empecé a ver borroso, pero no. No lloraría. Le miré a los ojos y su mirada estaba clavada en mí. Una mirada triste y llena de culpabilidad sería la mejor descripción. Aparté la cara rápidamente. No, no podía mirarle sin que el mundo se me viniera abajo. Necesitaba pensar, y creo que ellos me leyeron la mente.  Se ‘despidieron’ y salieron por una puerta de madera con cerraduras de metal.

¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho para merecerme esto? “La confianza es fruto de mucho tiempo y dedicación, pero sin embargo, en un solo instante ‘crack’ se puede romper como un cristal, en millones de pedazos. Y volver a tenerla, es como ganar la lotería, casi imposible.” Esa frase aparece de repente en mis pensamientos. Confié en él. Solo había pasado una semana y ya tenía toda mi confianza puesta en él –una lágrima recorrió mi mejilla perdiéndose en mi barbilla y cayendo frágilmente al suelo- es la única persona en la que he confiado en toda mi vida. Nadie se la había ganado, excepto él. Pero parece que eso le importó bien poco.
Tengo tal vacío en mi interior, que hasta me duele. Choco contra la pared de esa maltrecha celda y resbalo por ella hasta sentarme en el suelo.
¿Por qué habrá hecho esto? ¿Ya no me quiere? Son las dos peguntas que más me están atormentando ahora, y daría lo que fuera por saber la respuesta. Alguna lágrima baja por mi mejilla y me la seco rápidamente.
No sé que hora es, pero intento dormir. Estoy cansadísima, y aún así, no creo que pegue ojo en toda la noche, mañana o tarde. Sea el momento de día que sea…

· Siete horas después…

Alguien pronuncia mi nombre y eso me exálta inevitablemente. Abro dificultosamente mis ojos, aunque no haya dormido nada. Miro hacia un lado y me encuentro con que uno de los otros dos tíos está frente a la verja.
-          La comida –dijo abriendo esa pequeña puertecilla.
Le miré fulminante, y volví a sentarme en el suelo apoyando la espalda en la pared.
-          ¿Qué? –musitó- ¿tiene que venir tu McCann para que seas feliz? –rió cínico.
-          No –le fulminé con la mirada.
Bajé la cabeza intentando deshacerme de todo esto. Intentando creerme que esto era una pesadilla, aunque lamentablemente, me da que no lo es. Por favor, tierra trágame.
Todavía recuerdo ese día que Jason dejó grabado en mi corazón…

· Flashback.

-          ¡Ven! ¡No tengas miedo! –dijo sonriendo cariñosamente mientras que agarraba mi mano y me pasaba a esa plataforma de metal.
-          P-er-o –tartamudeé- ¿para qué? –reí divertida.
-          Tú ven, y no hables –sonrió de nuevo y pasó su brazo por mi espalda para caminar abrazados.
Estábamos en el Big Ben, pero dentro del mecanismo del reloj. Era extraño…, de pequeña siempre quería saber cómo funcionaba, y de repente él, me trae aquí. ¿Me leerá la mente? Eso parece…
-          ¿No es precioso? –preguntó tierno mientras que miraba al frente.
Me había perdido en sus ojos color miel, y no sabía de que me estaba hablando…esa mirada, ese brillo, esos destellos de color verde que de vez en cuando se le ven por culpa de la luz…
-          ¿Eh? ¿Estás cielo? –preguntó mientras que agarraba mi cara entre sus manos y me miraba a los ojos.
-          Claro –respondí con una sonrisa en la cara
Esfumé todos los pensamientos de mi cabeza; para vivir el presente. Mi presente con él: el mejor de todos.
Sonrió de nuevo y dirigió la vista al frente, haciendo que yo también lo hiciera.
-          Oh Dios mío…-exclamé en un susurro.
-          Sabía que te gustaría –afirmó con su mirada al frente, sin quitar esa hermosa sonrisa de la cara, dejando a la vista una franja de los dientes.
Simplemente asentí. Miles, ¡¿qué digo!? ¡millones de aparatos se movían delante nuestra! Derecha, izquierda, arriba, abajo.
Agarró con cierta fuerza mi mano y hizo que subiéramos unas escaleras hasta la zona más alta del monumento. Y llegamos…si dije que lo de antes había sido alucinante, esto directamente no tenía palabra alguna para definirlo. ¿Hermoso? No. ¿Increíble? Se queda corto. ¿Extremadamente precioso? Ni se acerca. ¿Perfectamente perfecto? Eso es algo más acertado, pero de todos modos, era muchísimo mejor.
Me sentía libre. Todo Londres delante nuestro. Nevado completamente y de noche. Miles de luces en las calles, niños pequeños de la mano de sus madres, enamorados en el parque…
Nos sentamos en el borde, con la precaución de no caernos al abismo de la noche.
Tras unos minutos mirando el paisaje sin mediar palabra, él habló.
-          Nicol –susurró, me miró, le miré y ambos sonreímos- ¿alguna vez sentiste esas mariposas en el estómago? –preguntó, yo asentí- Pues eso ni se acerca a lo que siento cuando estoy contigo…, siento que aunque el mundo se acabara, sería feliz. Siento que nada me puede faltar. Siento que mi felicidad se basa en la tuya. Siento que la vida no tendría sentido si tú no estás –hizo una pausa, tragó saliva y prosiguió- La Real Academia define la palabra ‘amor’ cómo “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.” Para mí su definición, antes, era “Amor, otra estupidez creada para que las empresas y los vendedores ganaran más dinero y poder reírse de los creyentes de él, por confiar en tal mentira y gilipollez, como son los sentimientos.” Pero gracias a ti, ninguna de esas dos definiciones me valen ya. Pero sí que he descubierto lo que es el amor. Amor es lo que yo siento aquí –puso su mano encima de su corazón- cuando tú me miras. Cuando tú sonríes. Cuando tú, entraste en mi vida –se levantó, haciendo que yo también lo hiciera. Agarró mis manos y me miró a los ojos- Te amo.
Sonreí mientras una lágrima recorría mi mejilla. Le abracé. Muy fuerte, sintiéndole al completo. Nos abrazamos con intensidad y entonces, me besó la frente. Me sentía bien con él. Muy bien.

· Fin del Flashback.

Ese hombre ya se había ido, pero yo no sabía que hacer. Necesitaba que esto acabara ya. Y volver a ser feliz.

martes, 8 de noviembre de 2011

Capítulo 10.

Me quedé de hielo. Parado. No sabía que hacer. La sangre empezó a subir a mi cabeza. Me estaba cabreando y todavía no sabía si había oído bien.
- ¿Que qué? - exclamé atónito, rezando para que no me hubiera dicho lo que yo creo que me ha dicho.
- Pues eso, McCann, que tienes que secuestrar a tu preciosa Nicol - rió cínico.
Eso sí que no me lo esperaba. ¿Cómo que tenía que secuestrarla? ¿Pero de que iba este gilipollas...?
- Pero tranquilo, eh - volvió a reir. Juro que si lo tuviese delante, le escupiría y luego le daría una paliza -, que no lo vas a hacer todo. Más gente de esta mafia va a estar supervisando tu trabajo, día y noche. Justamente Mark y Dilan.
Ahora la sangre ya hervía en mi cabeza. Iba a reventar de un instante a otro. Lo que daría por estar ahora mismo matándoles con mis propias manos.
- Ay, McCann McCann... - prosiguió -, ¿cómo crees que se sentirá tu amada Nicol cuando vea que su principe la secuestra? - dijo gracioso - Bueno - intentó recuperarse de su inminente ataque de risa -, pasate en media hora por el número 23 de Harley Street. Allí te daremos más información - volvió a reir, y colgó.
No sabía que hacer. No sabía que decir. Estaba anonadado. Depié, intentando asimilar lo que me acababa de decir ese subnormal de la mafia.
Entonces, no pude más. Toda la furia que me había guardado este minuto, la solté de golpe. Todo lo que veía, lo destruía. Así, hasta que perdí la cuenta de lo que había destrozado, mutilado.
Me tiré de golpe al sofá, observando mis nudillos, topando con que el pegar puñetazos y patadas a todo lo que te encuentras, si deja secuelas. Estaban llenos de sangre. Pero ahora eso, no importaba.
¿Qué tenía que secuestrarla? ¿Por qué? ¿Por qué a ella? ¿Me obligarían a pegarla? ¿La pegarían ellos? ¿la harían daño? ¿Qué pensará Nicol cuando sepa que el que la ha secuestrado soy yo? ¿Eh? ¡¿Qué dirá?! ¡¿Por qué ella?!
Miles de preguntas desesperantes vagabundeaban por mi mente, haciendo que mi agovio subiera y subiera.
Quería escaparme con ella. Besarla y protegerla. Irnos lejos. Muy lejos de aquí, sin dejar ni rastro. Solo ella y yo. Pero parece ser que ahora la manera de protegerla, no era la más adecuada para sus sentimientos, ni para los míos.
Miro el reloj. Faltan quince minutos para tener que estar donde me han mandado. En el baño me lavo un poco las manos, quitando la sangre ,que ya seca, se había pegado a mi mano.
Me pongo la chaqueta y, aún con la cabeza llena de pensamientos y culpabilidad, salgo de mi apartamento a paso lijero hacia la dirección.
Algo húmedo recorre mi rostro. Desde mi ojo, hasta la comisura de mi labios. Una lágrima. ¿Estoy llorando? Hacía muchísimo que no lloraba. Con tan solo deciros que ni lo recuerdo, os haréis una idea.
Llego. Una puerta metálica algo oxidada se encuentra frente a mí. Suspiro furioso y aporreo la puerta con mi mano izquierda. Solo hacen falta cinco escasos segundos para que un corpulento hombre de color, me ceda el paso. Miro a mi alrededor. Se puede decir que estoy completamente rodeado de hombres grandes y con los brazos cruzados. Dirjo mi mirada un poco más allá. Una mesa blanca, se encuentra al final de toda la marabunta de matones. Ellos me hacen un pasillo, indicandome que pase.
- ¡Anda! ¡Pero si es el famoso Jason McCann! - dice un hombre con traje. Tambien algo regordete pero no tanto cómo los anteriores. Este se levanta a mi encuentro y me dá varias palmadas en el cachete.
Sé quién es. Una descarga eléctrica imbade mi cuerpo. Si por mí fuera, ahora mismo este señor ya estaría en el suelo, sin huevos.
Se vuelve a sentar en la silla de piel color negro. Enciende un puro y mientras le hecha un calada, se recuesta hacia atrás.
- Toma asiento, McCann - dice expulsando todo el humo de golpe.
Le miro fulminante. Intentando así, reprimir un poco las ganas que tengo de pegarle un tiro. Pero nada. No funciona.
Me siento en la silla que hay delante de él, y este me mira triunfador. Divertido.
- Bueno McCann, creo que no quieres que ande con rodeos, así que voy al grano - dió otra calada a su puro. La expulsó y coguió aire -. Lo que tienes que hacer es muy sencillo. Nuestra mafia, tiene un castillo medieval a las afueras de la ciudad. Raptarás a la muchacha y, junto con Dilan y Mark, iras allí. Eso sí..., puedes quedarte, que ella te vea y tenga un gran dolor sentimental o..., puedes irte y dejarnos a la persona a la que amas en nuestras manos, ¿qué prefieres? - rió.
¿Qué puedo hacer? Tendré que soportar su odio..., no la puedo dejar sola. No. No puedo.
- Me quedo - dije serio.

| Narra Nicol |

Cuelgo el teléfono y me tiro al sofá. Aveces hablar con tus padres es agotador. Todavía no han vuelto. ¡Y lo que falta para que lo hagan...! Muchas veces me desesperan.
Cierro los ojos e intento relajarme. Últimamente soy feliz. Total y absolutamente feliz. Junto a él. Junto a Jason. Espero que nada venga ahora, y lo fastidie todo. No, por favor. No.
Un ruido me despierta de mis pensamientos. Un golpe. Viene de fuera así que abro la puerta y salgo de la casa para ver que pasa. Entonces, alguien me pone un pañuelo en la boca y empiezo a ver borroso. Las piernas me empiezan a fallar y..., negro.

[...]

Un fuerte sonido metálico me sobresalta. Abro los ojos con dificultad y me los sobo. Miro a mi alrededor. ¡¿Dónde estoy?! Me levanto con dificultad y empiezo a golpear las rejas que rodean esta habitación. Entonces me acuerdo. Me han secuestrado. Pero...¿por qué? Espera...¿y Jason? ¡Oh, Dios! ¡Jason!
Veo tres sombras acercarse y me hago un poco hacia atrás. Una se me hace familiar. Centro un poco más la vista y veo que es...es...¡es Jason! Pero, ¡¿qué hace él aquí?!
- Saluda a tus secuestradores, ¿no? - dice uno de los otros dos mientras Jason mira hacia abajo. Y yo...bueno, yo estoy intentando no llorar, pero creo que va a ser imposible.
Un lágrima recorrió mi mejilla.
- ¿Qué...qu-é...qu-eré-is? - tartamudeé cómo pude. Eso sí, con las vista clavada en Jason.
Los dos soltaron un carcajada. Pero él, permanecía quieto.
- Eso no es de tu incunvencia, preciosa - sonrió.
Le fulminé con la mirada.
- ¿Qué, McCann, no la vas a saludar? - musitó divertido uno de los otros.
Y mi corazón se resquebrajó tan rápidamente que solté un grito ahogado. Por suerte ellos no se dieron cuenta, pero la verdad es que en esos momentos solo quería morirme.
- Ho-la - masculló tartamudeando.
Entonces, por primera vez en esta asquerosa situación, me miró a los ojos. Mi mirada era decepcionada y rápidamente la aparté. Al segundo lo volví a mirar y él me miraba triste, mientras que una lágrima recorría su mejilla. Y entonces, sí que mi corazón se rompió. Hasta podría jurar que oí un pequeño 'crash'.
- Un mirada dice más que mil palabras - exclamó medio riendose uno de los otros, copiandome el pensamiento.
- McCann - le llamó el otro - dáselo.
¿Dáselo? ¿Qué me diera el qué?
Jason retrocedió unos pasos y cojió algo que estaba en una esquina y se acercó a mí. Mi corazón empezó a acelerarse a cada paso que él daba. Entonces dejó una bandeja con algo de comida enfrente de las rejas, con una llave abrió una pequeña puerta y pasó la bandeja dejándola en frente de mí. Yo me acerqué un poco y él alargó la mano acariciandome suavemente la mejilla. Puede que en estos momentos le odiara. Pero tenía tantas sensaciones y preguntas en mi cabeza que no sabía ya que pensar.